Al pie del monumento a los héroes militares, que parecen volver pensativos de los combates, con sus armas, sus botas y sus labios fríos por las lluvias de las últimas horas, y frente a la iglesia y casa cural de Cartagena del Chairá, me declaro estremecido por el duelo entre el pasado con todos los honores de la juventud y el presente vespertino, muy cercano a la noche de la vida.
Y emulando a Olegario Andrade, le dije a mi compañero de comisión, Alfredo Rubio, "de pie para contarla", en el parque principal de ese municipio, tras describirle el potrero que fue este espacio hace 43 años, cuando llegué como docente del entonces colegio comercial Chairá, importado desde mi natal Quindío, para comenzar el proceso de "caqueteñización" que todavía no termina.
Son esos momentos extraños cuando las emociones se ponen por encima de la razón y de los pensamientos, se adueñan del alma y nuestro temperamento se torna armonioso, exquisito y morboso, apto para recibir las vibraciones del entorno. Miré el campanario y bajando la vista entré por la puerta de la iglesia, la vi repleta, como la última vez cuando Monseñor Angel Cuniberti, en un acto de justicia, frenó mi expulsión del magisterio por causa de las acusaciones del sacerdote José Manca, quien sintió que algo le subía por entre las piernas tras las denuncias que se hicieron en el periódico El Zurriago" sobre sus abusos de autoridad, prepotencia y el manejo del colegio, en donde su voluntad era la ley suprema.
Ese triunfo fue la epopeya más grandiosa después de mis dramas de angustia, soledad y frustración que le siguieron a mi graduación como bachiller clásico del colegio Rufino J. Cuervo de Armenia.
Pasaron 41 años para regresar a este municipio. Y durante ese tiempo, aquí paso de todo: narcotráfico, guerrilla, paramilitares, delincuencia común, corrupción e incompetencia. Ah, y también pasó el Liro, que se hizo famoso como mascota popular.
Como el alma de los niños, mis sentimientos se revelaron con ese primer encuentro con los recuerdos de la inocente población, entonces con categoría de Corregimiento, en cuyo colegio cursaban estudios apenas 30 alumnos, de las 45 familias residentes en el lugar, fundado 13 años atrás.
Y a pesar del evidente desarrollo urbanístico, en materia de servicios, tecnología y comercio, veo un municipio mancillado por la guerra, el narcotráfico, la corrupción y la incompetencia. La sagrada túnica de la esperanza está rota en pedazos y percibo que, como mendrugos de pan, el Estado y el gobierno regional le lanzan pequeñas ayudas para suavizar su inventario de dolores.
Aunque los acuerdos de paz reavivaron la esperanza de sus habitantes, quienes padecieron los horrores del conflicto armado, como dijo Chateaubriand "es imposible la abdicación del crimen porque esa corona deja para siempre las señales en la frente que la ha ceñido".
Cartagena del Chairá fue uno de los principales escenarios de la guerra en el departamento del Caquetá y su inspección, Remolinos del Caguán, fue el santuario de las FARC y capital mundial del narcotráfico. Fue el templo de la traición, la bajeza, el oprobio, las torturas, la miseria, el engaño. Don Milciades Hoyos, fundador de la inspección de Remolinos del Caguán, en 1973, nunca imaginó que tendría que escribir sobre los contrastes entre el bello idilio de la fundación, con todos los imaginarios, y la gran tragedia derivada de la degeneración del conflicto armado. Pero, como un verdadero escritor que siente el dolor de sus semejantes, don Milciades, escribió todos los dolores, las luchas y también algunas alegrías. Con unas pocas páginas que leí y releí, sentí las gotas de un licor suave, sin el culto al estilo y al clasicismo gramatical, destilan el perfume del dolor y el abandono. No ha publicado sus historias porque no tiene presupuesto y, además, ha sido víctima de algunos "avivatos" que le quitaron dinero después de elogios mentirosos.
Pero, del mismo modo como la luz avanza entre la resistencia de las sombras, sus habitantes piensan en la victoria de sus anhelos, en la satisfacción de sus necesidades fundamentales y el cuidado que le deben a la Naturaleza, devastada por la deforestación.
En 1975 los viajes a Cartagena del Chairá se hacían por tierra hasta Puerto Rico y desde allí en canoas sin carpas, que invertían hasta 8 horas en el recorrido. Después, con la apertura de la carretera Doncello-Rionegro, el tiempo de viaje se redujo a la mitad. También por aire, en un pequeño monomotor, que cobraba $180 por recorrido. Después de El Paujil, se sobrevolaba la montaña hasta el aeropuerto de Cartagena. El lunes 11 de junio, hicimos el recorrido por tierra, a través de una pésima carretera que como las sinuosidades del cráneo, atraviesa potreros o lomeríos, la zona de transición entre el piedemonte y la plenillanura. La deforestación acabó con la montaña.
A propósito del tema, el mismo historiador Milciades Hoyos, declaró en el programa radial "Puntos de Encuentro", de la Oficina de Paz, de la UDLA, que "la vida del campesino, del colono y del indígena es una tragedia que tiene como escenario su propio corazón". Una tragedia cruel e interminable pues sucesivamente son empujados hacia la frontera agrícola. Recientemente, personas señaladas de pertenecer al cartel mexicano de "Sinaloa", llegaron con propuestas "atractivas" para los colonos. Les dieron 4 motosierras, dinero para las remesas y la garantía de tener los títulos de propiedad del 50% de la superficie talada.
La pista de aterrizaje que sirvió hace 40 años a los vuelos en el monomotor, se transformó en la mayor avenida de Cartagena del Chairá y eje vial del municipio, que de acuerdo con cálculos de personas residentes, ya tiene 40 barrios, la mayoría de ellos en la llamada "Ciudadela", que tuvo sus orígenes en las promesas politiqueras y en la compras y ventas irregulares de sus terrenos.
Tan irregulares como la conducta del Liro, el famoso animal, híbrido de Rey Gallinazo y Cóndor, que recibió en donación el médico Luis Manuel Ruiz, otro personaje reconocido del municipio. Liro, mostró su carácter feroz y fue el azote de los niños, perros y gatos del pueblo que le huyeron durante varios meses. El médico Ruíz, en una deducción muy práctica, le cambió el régimen alimenticio por placentas de mujer y de vaca que. "por efectos naturales de los estrógenos, lo transformaron en un animal muy suavecito, que hasta se recogía, como las gallinas se le ponen al gallo, cuando lo tocaban", dijo. Desapareció su agresividad y fue la mascota del pueblo, querida por los niños y las señoras, y hasta por los políticos que en una sesión especial del Concejo lo declararon "patrimonio municipal". Pero un sub-oficial del ejército aprovechó su popularidad y lo vendió a un zoológico, de conformidad con los datos que recogimos. La desaparición de Liro fue tan lamentada como las desapariciones de personas durante el conflicto armado.
La personera municipal, Yenny Nataly Vargas, denunció la reaparición de actores armados en distintos puntos de la geografía local, atribuidos a las disidencias de las FARC, o reductos de esa guerrilla que no se acogieron al acuerdo de paz. "Todo estuvo muy tranquilo después de la firma de los acuerdos, pero con el transcurrir del tiempo aparecieron distintos actores que reunieron a los campesinos y les notificaron que debían retomar el modelo organizativo que funcionó históricamente en esos territorios con fuerte presencia guerrillera. También renovaron las extorsiones, las amenazas y hasta los homicidios", declaró la funcionaria.
La intensidad de mi emoción por el regreso a Cartagena del Chairá, después de 41 años, se asemeja al entusiasmo que despiertan ciertos libros, que cuando ya nos hemos posesionado de ellos, esa posesión disipa la emoción. La emoción no pierde su fuerza, pero sí su misterio. Y la disminución del misterio, se transforma en disminución de la belleza.
Recorrí todo el casco urbano, disfruté con los cananguchales, con los puertos, con las plantas procesadoras de quesos y quesillos, con la simpatía de su gente, con el paisaje, gracias al apoyo de doña Gloria Galindo, la conocida dirigente local y de don Javier Agudelo, un inquieto líder natural que ha promovido las principales denuncias sobre corrupción y tráfico de influencias, los mayores males de las últimas administraciones.
Por la tarde, pocos minutos antes del regreso, volví al monumento a los héroes y pensé que sus triunfos están llenos de tristeza porque los gritos de victoria en la guerra que luchamos por terminar, resonaron en el corazón del campesino, del colono, del indígena y de sus familias que bajaron sus ojos para llorar, para hacer el duelo por sus muertos, por sus desaparecidos. Y cuando menos, por sus torturados.
Y desde el puerto principal contemplé el portentoso río Caguán, cuyas aguas turbulentas se deslizan silenciosas por respeto a los muertos y al dolor de los vivos. Y sobre sus aguas, que hacen y deshacen bucles helicoidales de manera constante, también bajan las esperanzas de un pueblo empeñado en buscar y cultivar la Paz, como un instinto muy delicado que brota desde sus corazones porque la cultura de la violencia ha sido derrotada y la convivencia empieza a germinar en los jardines regados por las semillas del proceso de Paz, por los acuerdos suscritos con la guerrilla legalizada.
Porque la alegría de la Paz supera la enormidad de las tristezas de la guerra. Porque llegar tarde a la Paz es mejor que no llegar nunca.
Y como dice la canción, volveré, volveré para verla en Paz, la realidad más profunda de la vida.
Resumir una historia de tanto contraste en tan pocas palabras, es de mentes llenas de voluntad y sabiduría, que adentran al lector en el entendimiento de la dureza de los contenidos, para terminar en una nostalgia sin par. Que buena crónica.
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