miércoles, 30 de diciembre de 2015

¡¡Bienvenido, 2016!!


Termina el 2015 y en el sendero que recorre nuestro país no vemos sino las rosas pálidas del peligro, de la injusticia y de la violencia, bajo un cielo de quietud, de conformismo, de resignación y de hipocresía. Las flores del triunfo se abren solamente para los poderosos, quienes bajo un viento de voluptuosidad celebran el vencimiento, la resignación y el letargo de la gente del común.
Y bajo la sombra del silencio que lo tapa todo, se oyen tenues y confusos gruñidos que intentan mostrar la miseria de un pueblo sometido por la mentira e ilusionado con promesas imposibles de materializar.Una izquierda atomizada y confusa, que le hace el favor a la derecha y un sindicalismo asustadizo y arrodillado que le da visos de legalidad al salario insuficiente y a la infamia de los patronos.
Pero los déspotas logran -por la magia del mercadeo- que el pueblo abyecto se funda con ellos en el abrazo de Judas a la medianoche y se mantenga hipnotizado mientras le venden sus mercancías y toda la basura del consumismo. Terminadas las fiestas,  la gente del común se despertará, regresará a la realidad con el puño, con el puñal y con el hambre que le devolverán los dueños del poder, sus elegidos y sus gobernantes.
Las fiestas de Navidad y fin de año son como el anestésico para poner a dormir al pueblo, como un sueño de muerte, durante el cual le cierran la boca y le ponen sobre su pecho la marquilla de la dominación, la semilla de la servidumbre y del conformismo, para que florezcan durante todo el año, como un combustible, como un inmunizante que les dure hasta las próximas fiestas.
Confiemos en que un rayo salvador lo sacuda o que un genio del pensamiento le ponga en su corazón otra semilla, la de la protesta, que germine y produzca el fruto despertador de la movilización para transformar esa diversión en momentos de reflexión, para desatarse las cadenas, para insultar la desigualdad, para formar un torbellino que trastorne el “triunfo” de los poderosos y ponga la gloria de la justicia y el bienestar en manos del pueblo.
Invoquemos el rayo salvador y metámosle cráneo para imaginarnos nuevas formas organizativas que nos permitan unir el enojo colectivo en contra de quienes han manipulado la realidad nacional por siempre para su beneficio y han llevado al país por los caminos de la desigualdad, que a su vez provoca la violencia; han dilapidado los recursos naturales, se han enriquecido con la corrupción y han entregado el país, de rodillas, a los monopolios extranjeros.
¡Felices besos de Tartufo!













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martes, 22 de diciembre de 2015

Carta al Niño Dios


¡Hola, muchacho! : durante aquellos tiempos de la ingenuidad infantil te escribí muchas cartas con los rasgos confusos de mi caligrafía escolar, reveladora de  anhelos imprecisos, de energías contenidas y de serios indicios sobre la naciente inconformidad de mi alma rebelde.
Con el paso del tiempo,empecé a preocuparme porque nunca me complaciste y, año tras año, sentí la frustración y el enojo derivado de la insatisfacción. El  amanecer de todas las navidades estuvo marcado por fuerzas hostiles, inexplicables para los niños pobres que sufrimos mucho, que lloramos sin consuelo porque comprobamos que solamente complacías a los niños ricos que dejaban su peticiones en los grandes pesebres de las mansiones lujosas.
Cuando te pedí un triciclo, me trajiste un camión, pero de juguete; cuando te pedí un pantalón fino para mi primera comunión, me diste una pelota de letras; cuando te imploré por una sanción para mi profesor Ramón Velásquez quien me hizo arrodillar sobre granos de maíz, me regalaste unas rodilleras; cuando te pedí un viaje a Cali para ver al glorioso deportivo Cali, me pusiste una boleta de sol en el estadio San José para el partido Sadiscos vs Once Amigos; cuando te rogué para que la niña de enseguida me diera un beso, me diste un insulto de su papá. Y cuando no asistí a una de las novenas de aguinaldo, me sacaste “de taquito” y hasta me privaste de la natilla y los buñuelos.

Sufrí mucho con esa actitud, me conmoví y hasta me sentí como un niño vencido, derrotado por las imposiciones pero, ya entrado en la adolescencia, busqué razones por encima de las tristezas y de las hipocresías sociales que pugnaban por ocultarse. Y en medio de ese silencio dominador, mi resolución inquebrantable de buscar la Verdad me puso en el camino de las batallas, miré al futuro, hablé alto y sin miedo y empecé a desenredar la madeja de las mentiras oficiales y familiares.
Hoy, cuando siento nostalgia al recordar aquellos años ya lejanos en medio de la candidez, entre el absurdo de mi papá posando como “Niño dios” y la realidad de insignificantes regalos navideños para los pobres y suntuosos obsequios para los niños ricos, te presento un petitorio escrito con los inventos tecnológicos que sí puedes satisfacer porque ahora ya  no son ni mi padre ni mi madre los que se tienen que meter la mano al bolsillo. Eres tú, muchacho, quien debes responderme porque eres un artista de verdad, eres el gregario de tu papá, el jefe supremo.
Como no puede haber nada insignificante en tus gestos ni en tus palabras, empieza a modelar la obra de arte que te pido, así te toque aislarte de todas las fuerzas mundanas para cumplirme, para que lo logres como un milagro en la gloria de tu soledad.

Como pastorcito que eres, debes cuidar el rebaño, contagiado por la epizootia de la corrupción y, por favor, sácame de él para no mancharme. Libérame de las cadenas del conformismo, del yugo de la resignación y de las sombras de los ídolos espirituales y reales como el expresidente Uribeño y el monstruoso procuraGODO Ordoñez.
Ayúdame a mejorar mi palabra para darle a los demás el pensamiento de libertad, la filosofía de la Verdad y la belleza del paisaje; hazme un decorador exquisito de la realidad, dame el poder sugestivo de las creaciones y quítame del camino a los hipócritas politiqueros.

Protege al rebaño de las fieras que merodean como hienas desde ahora en busca de los contratos en las nuevas administraciones locales y regionales para alimentar sus ambiciones personales.
Por favor, ilumina a los gobernadores y alcaldes para que se aparten del camino de la corrupción y de su mediocridad y dales el poder de llevar a sus pueblo por los parajes encantados del desarrollo. Permítele, del mismo modo, a la alcaldesa de Florencia, permanecer en la cárcel, pura como un cristal y tranquila como un lago,  observando a la distancia el cadáver insepulto de su pueblo destrozado.
Asimismo, conserva al exdirector de Comfamiliar Huila, Armando Ariza, en la calma infinita de la Picota y permítele periódicamente ver el cielo azul teñido por pinceladas violáceas, en una decoración como de ensueño, igual a la que tuvo en la cárcel de Neiva.

Invoco tu presencia en los funerales del civismo, desaparecido en medio de las fiestas de la politiquería insaciable cuyas cabelleras cubren el cinismo de los electores que, aplaudiendo, fueron recientemente a las mesas de votación como los becerros de engorde a los abrevaderos. Y no te olvides de los “periodistas” que ante el espectáculo de horror, callan o aplauden como cómplices cobardes mientras la gente impotente sigue ahí, en la olla. Dáles más contratos y asesorías de imagen para que fortalezcan su idiotismo amable y dáles también cepillos con los que no solo lustren los perfiles que inventan sino que también les sirvan para la limpieza de sus reclinatorios.
Te pido fervorosamente que prepares la cuna en donde nacerá el nuevo año, en la cual gemirá el niño parido entre la guerra, la injusticia, la corrupción, los escándalos y las negociaciones eternas entre dos bandos que redujeron la búsqueda de la paz a la firma  de un acuerdo y se olvidaron que mientras no exista justicia social siempre persistirá la confrontación. Recuerda cavar la tumba  en la que caerá este 2015, sangriento,mentiroso y hasta chistosito por las promesas absurdas que hacen para ejecutar en el "postconflicto". 
Y, te lo suplico, sálvanos de los indiferentes, de aquellos que no son ni creyentes, ni incrédulos; ni bárbaros ni civilizados; ni anárquicos, ni ordenados; ni tranquilos, ni revoltosos. Son los seres más peligrosos porque en los momentos cruciales se maman sin vergüenza…y como para el mamón no hay ley.

Bueno, “Niño dios”, te imploro tu gestión para que elimines el miedo que es actualmente el centinela de muchos labios, de mucha gente que no cree en los cambios y duda del poder soberano del pueblo para modificar el manejo de los asuntos públicos. Finalmente, déjame un espacio en la tumba del año viejo para sembrar la esperanza porque tengo la ilusión de que las olas de la barbarie se retiren y  baje la marea del crimen en Colombia.
Finalmente, por favor, devuélvele la corona de miss universe a la colombiana, despojada de ella de manera tan irregular, grosera y extravagante como Pastrana, el viejo, le robó las elecciones a Rojas Pinilla en 1970. Son tan contagiosos los efectos de ese "despojo" que muchas personas pueden dudar de tu nacimiento el 24, o de las bondades del nuevo salario mínimo. Hasta podrían ser convencidas de que el ganador de las elecciones en Neiva fue Gorky Muñoz, que el campeón del fútbol fue Junior, que Uribe no fue el precursor del paramilitarismo o que "El Paisa", comandante de la "Teófilo Forero" se va a sumar al proceso de paz.

Y como esta carta fue elaborada como una nota para las redes sociales -una tormenta vertiginosa de la tecnología- te pido, también de rodillas, que me libres de quienes me mandan solicitudes de juegos. 
Aunque tengo mis dudas, te dejo estas humildes peticiones pues 50 años después de mis cartas manuscritas miro con enojo que los hijos de los ricos –como Tom y Jerry Uribe, los Galán, los Gaviria, los Santos, los López, los Pastrana- entre otros, siguen recibiendo los regalos que piden.
Espero tus respuestas en mi correo electrónico pues tanto han cambiado las cosas que en mi casa este año ya no hubo pesebre.

jueves, 3 de diciembre de 2015

Aquellos diciembres...


La edad madura, por no decir la tarde de la vida, cuando a falta de esperanzas nos refugiamos en los recuerdos, nos trae deslumbramientos encantadores, chispazos de reminiscencias de los episodios que nos emocionaron hasta casi cegarnos las pupilas.

El pesebre, las novenas del niño Dios, los villancicos y los aguinaldos que “aplazábamos” con los amigos y familiares, fueron los principales ingredientes de esa ternura amable e inocente que disfrutamos en medio de incipientes revelaciones artísticas, libres del egoísmo, la mentira y la violencia que predominan y mueven el mundo contemporáneo.
Paradójicamente, la felicidad, ternura y afecto de aquellas horas bellas y felices de nuestra niñez, estuvieron soportadas en dos grandes mentiras, tal vez las únicas de aquella época: el niño Dios que nos dio regalos en navidad, y la cigüeña que nos trajo a los hermanitos.
Momentos divinos cuando por mandato de nuestros mayores molimos ladrillo y vidrio, recolectamos musgo en jornadas inolvidables regularmente con las primos y amigos de la infancia; cortamos cartón para las casas e iglesias del pesebre y “apachurramos” tapas de cerveza y gaseosa para la elaboración  de las panderetas, esenciales en el cántico de los villancicos.
El arte de la fraternidad propiciado por un niño Dios que trajo regalos para los niños estudiosos y obedientes que, además, asistieran devotamente a las novenas alrededor del pesebre infaltable en todas las casas. Esta mentira piadosa vivió en mi mente hasta cuando tuve 12 años, a punto de ingresar al bachillerato, cuando descubrí a mi papá en calzoncillos, quien a hurtadillas ponía los regalos debajo de las almohadas de mis hermanos.
La heroica fortaleza de nuestras mamás para atender sus partos inusitadamente frecuentes, asistidas por una misteriosa señora de avanzada edad que también entraba a la casa a escondidas, fue atribuida a la cigüeña, el ave zancuda responsable de la superpoblación mundial. Y el encierro casi hermético para pasar los 40 días de la “dieta” fue mencionado como una grave enfermedad.
Como peregrinos de la idealidad y la inocencia, rezamos las novenas de aguinaldo en casas hospitalarias de vecinos, en el campo y en la ciudad, entre abundante natilla, buñuelos, dulces de papaya y breva, principalmente y entretenidos con los aguinaldos “aplazados” de hablar y no contestar; pajita en boca; dar y no recibir y el de pie, que lo perdía aquel que fuera sorprendido sentado. Para ganar la singular apuesta navideña, muchas personas acudieron a recursos extremos, como anunciarle a su adversario la muerte de un ser querido con lo que se obtenía una respuesta o fingir regalos en paquetes atractivos que tentaron a los apostadores.

Los niños pobres solo pedimos carros de plástico y pelotas de letras al niño Dios, porque “Él no tiene tanto dinero para comprarle regalo a todos los niños del mundo”, según nuestros papás. Pero ese mismo Dios les regalaba bicicletas a los niños de los patrones, aunque ellos no asistieran al rezo de las novenas. Mi padre no pudo responderme, un 25 de diciembre, por qué el  niño Dios siendo tan bueno y Yo tan obediente, no me trajo el triciclo que le pedí y Liliana, mi hermana menor, se enojó no solo con mi papá sino con los hermanos mayores cuando supo que el niño Dios era un fantasma inventado para condicionar la conducta de los niños. 
-“No puedo explicarme su tacañería, nos dijo, al recordar que durante los últimos 5 años pidió, en vano, una muñeca grande.

Apartemos los ojos de esas respuestas imposibles y entremos en los pueblos que construyeron  en los pesebres nuestros mayores, con casas de cartón, espejos como lagos en los que nadaban cisnes y patos; potreros con cercas de piola, ovejas y otros animales de plástico; el buey y la mula, así como los caminos y avenidas demarcados con polvo de ladrillo. Y en el sitio más alto, la pesebrera en donde construyeron la cuna que estuvo lista para poner al niño el 25. 
Recuerdo gratamente que debido a mi nombre, por mis excepcionales condiciones físicas y por mi fenotipo de "muchacho bonito", una familia rica, de la vereda Golconda, en el coregimiento "El Caimo", de Armenia, le propuso a mi papá que me dejara representar al niño Dios, en vivo, en un pesebre gigante que armaron en su hacienda. Mi mamá no aprobó dicha petición y a cambio les regaló un muñeco de trapo que armó para representar al año viejo. Me quedó la fama y entonces era común escuchar comentarios entre las señoras, relacionados con esa propuesta:
-Ese jovencito es el que se pelean los vecinos para ponerlo de Niño Dios en los pesebres...
Entre esos himnos de alabanza, con esas visiones cariñosas del mundo, nunca imaginamos que muchos años después el corazón del hombre pudiera alojar las pasiones individualistas y violentas que predominan en la actualidad.
No conozco villancicos nuevos porque el tema es anacrónico y en las pocas casas que mantienen la devoción del pesebre se entonan los mismos Nanita Nana, campana sobre campana, vamos pastores vamos, el burrito sabanero, el niño del carpintero, Antón, noche de paz, tutaina y zagalillos, como los más populares.
Los avances tecnológicos cambiaron el mundo positivamente, es claro, pero el  progreso material puso el mundo en un desequilibrio que lo lanzó al mar de angustias en el que vivimos y en el que nos ahogamos en medio de la desigualdad. El planeta olvidó la convivencia y se mueve alrededor de la conveniencia. De la conveniencia comercial principalmente.

De las confidencias de corazón a corazón,  pasamos a la lucha feroz por el dinero y los aplausos. Murió el niño Dios, nació el nuevo Dios, el dios de la ambición que no cabe en el pesebre. Y por eso, al volver los ojos, solo vemos un triste placer sobre el sendero recorrido.
La vida es apenas un sueño de las cosas que no realizamos y los lazos que nos atan al pasado nos confirman que le debemos todo a nuestros predecesores. Para los mayores, el presente es tan pasajero que apenas tenemos tiempo de vivirlo.