Cuando hace poco más de un mes me informaron que Luis Ángel Sánchez, el popular Eusajo, cumpliría 70 años en noviembre, me sentí "metido en la grande", como decíamos de jóvenes cuando nos planteaban un gran reto. Porque ya lo he dicho, hay momentos en la vida cuando uno lo siente todo pero no puede decir nada, cuando las emociones son tan fuertes que tardamos más tiempo para asimilar la complacencia que se nos sale de los sentidos.
En momentos en que el país vive una desbandada de los ideales, el paisa Luis ha estado a punto de sucumbir ante una indigestión producida por la revoltura de sus chistes, anécdotas, opiniones y su escepticismo burlón, reprimidos en su cabeza durante años porque, dice, "ya no tenemos tiempo para temas trascendentales, tenemos que bajarnos de aquella profundidad que nos privó de muchas cosas buenas...un fiambre pequeño nos alcanza para el corto camino que nos queda".
Caracterizado por su mamagallismo, que es algo más serio de lo que la gente cree, sin un ejercicio en la escritura y menos en la literatura, apoyado por su memoria prodigiosa, empezó a pagar la deuda que tiene con sus amigos cercanos, quienes desde hace muchos años le hemos pedido que comparta las fantasías completas correspondientes a los fragmentos que relata durante las charlas con la gente.
La chispa repentista y creativa que posee Lucho produce frases que recogen la cotidianidad de manera simple pero explosiva que, irremediablemente arrancan sonrisas y aproximan a sus interlocutores. Y muchas veces, del mismo modo, son tempestades devoradoras llenas de sátiras implacables que destruyen monumentos ideológicos y posiciones políticas.
En la decoración personal de Lucho, y entre los sueños desvanecidos de la lucha social por la posibilidad de construir sociedades ideales, sobrevive su capacidad para acercarse a las personas tocadas por la soledad y el abandono. El dolor ajeno lo pone pensativo y hasta solemne; personalmente, lo he visto demasiado sensible con asuntos penosos que aunque no son de su incumbencia les pone el alma con la misma actitud imperiosa e infatigable que tiene para sus asuntos personales y familiares.
Su rigurosa disciplina lo marcó como uno de los dirigentes sindicales y políticos distintos, ajeno al licor y a las farras, con una constante pedagogía sobre la mística que debían cultivar quienes defendían la utopía de convertirse en elementos fundamentales para reflexionar sobre la sociedad, la política y la naturaleza humana. La utopía de la justicia y la igualdad.
Ha sido un animador permanente de reuniones y encuentros de amigos y académicos porque es un idólatra de la fuerza y de la sublimidad del afecto que, del mismo modo, le permitió la construcción de una familia vigorosamente unida no solo en los momentos tormentosos sino en los éxitos profesionales y comerciales.
Hoy, cuando la mayoría de sus coetáneos –que fuimos volcanes rugientes- estamos transformados en inofensivos “cuchachos” líricos que rumiamos recuerdos; cuando el paso del tiempo nos transformó en gocetas observadores de laureles y dolores, el querido Eusajo nos quiere acompañar con sus relatos, en la casa o durante los viajes. Es como otro canto que se les agrega al manual del buen vivir.
Secretos que hace 45 años fueron parte de la Seguridad Nacional y de la guerra misma del Estado contra los rebeldes armados, y de estos contra las instituciones, ya se pueden hacer públicos, del mismo modo como el fraude académico mencionado. Sueños, pilatunas, amores, arrepentimientos, imprudencias y una que otra infidencia respetuosa, desfilan iluminados por la chispa o por la tiranía, ambas exquisitas, del viejo Lucho, con destino a todo público, pero principalmente para los individuos de su generación que hemos llegado a la época de la vida cuando comienza el desaprendizaje y el olvido forzoso por cuenta del enemigo alemán. Para quienes disfrutamos de las buenas conversaciones, para quienes saben reír y, especialmente, para quienes sabemos reírnos de nosotros mismos. Porque el buen humor es una expresión de la genialidad para las personas que charlamos por pasatiempo, que le otorgamos demasiada importancia al hecho de reír con los demás y a quienes nos gusta, igualmente, volvernos objetos mismos de la risa. Como una selfie del mamagallismo.
Para quienes hemos sobrevivido a la violencia y a las injusticias, y hoy cultivamos la más alta forma de la belleza y la armonía que se llama amistad. Estoy seguro que estas ilustraciones de Eusajo serán escoltadas por la risa y la gratitud, que son las sombras de este viejo parsimonioso que todavía lleva en su interior una cordillera volcánica con las llamas y el humo de sus propias combustiones.
Muchos lingüístas afirman que el mamagallismo es una de las formas remotas de la seriedad. El caso de Lucho es la comprobación de esa teoría pues con su disciplina, laboriosidad, imaginación y análisis, logró forjar, con su hermano Hernando, la empresa símbolo de los huilenses, Gaseosas Cóndor, que logró sobrevivir a pesar de los ataques leoninos de los empresarios del monopolio en el mercado de las gaseosas. A punto de sucumbir, Lucho convirtió la empresa en un referente comercial y, lo más importante, la metió en el corazón de los opitas. Es decir que, muy seriamente, les mamó gallo a Postobón y a Coca-Cola.
Porque la sabiduría de Lucho nos repite con frecuencia que los paisajes, las personas, acontecimientos y especialmente las risas, alcanzan dimensiones formidables con la recordación, aunque muchas veces un vaho doloroso se escapa de las praderas del recuerdo y hace temblar las voces de los relatores...
Es un gran contraste con los campos ya lejanos de la juventud bajo el sol efervescente de la lucha, del heroísmo, del sacrificio por un ideal de justicia social que no pudimos materializar mediante la movilización de voluntades y de masas, y nos puso a dudar sobre el secreto de los veredictos históricos arrancados con la fuerza de las armas.
Hoy, al recorrer la vida de Lucho, me atropelló una gran duda, sin resolución: ¿Las luchas fueron miserablemente estériles porque, igualmente, fueron cándidamente heroicas?