lunes, 29 de abril de 2019

Taita Gregorio Garcés, un grito y una cátedra desde la Amazonia ultrajada

Sus relatos espontáneos y curiosos, pero también objetivos y absolutamente verdaderos, fueron una voz terapéutica en medio de los quebrantos estrepitosos de la civilización y los lamentos entre las ruinas provocadas por los abusos del hombre contra la madre Naturaleza, la Pacha Mama.

Sus relatos espontáneos y curiosos, pero también objetivos y absolutamente verdaderos, fueron una voz terapéutica en medio de los quebrantos estrepitosos de la civilización y los lamentos entre las ruinas provocadas por los abusos del hombre contra la madre Naturaleza, la Pacha Mama o Mama Pacha, esa divinidad protectora y proveedora que representa no solo el suelo sino todo el planeta. El símbolo de la fecundidad y la fertilidad.
Entre la agonía de la Pacha Mama, asaltada y violada por el tropel codicioso y cruel del Homo Sapiens, las palabras del Taita Gregorio con las que describió las actividades ancestrales de cuidado, preservación y restauración de los recursos naturales, provocaron un silencio de selva entre los investigadores, ponentes y asistentes al Congreso, que lo escucharon atentamente, sorprendidos por sus conocimientos. Fue una cátedra de sabiduría, de empirismo científico regulador y protector de los recursos naturales, un ejercicio rutinario para las comunidades indígenas.
“Nosotros abrimos la Chagra, la cultivamos durante 2 años, la abandonamos y entonces regresan los animales que traen semillas y nos regeneran el bosque, al que volvemos pasados 3 o 4 años. Del mismo modo, los frutales siguen creciendo y muchas veces encontramos abundante producción”, dijo el Taita. “Es decir, que rotamos los terrenos sin hacer nuevas intervenciones porque el bosque es nuestro patrimonio, nuestro laboratorio medicinal y nuestra fuente de alimentos”, añadió.
Contó que desde siempre, las comunidades indígenas aprenden a relacionarse de manera respetuosa con la naturaleza porque, insistió, “ella debe servir de alimento, de refugio, de trabajo, de remedio y de sustento para las generaciones futuras”.
El cuidado de los territorios se hace por órdenes de sus propias autoridades que a su vez constituyen la expresión del sentimiento del colectivo, recogido en las asambleas, su máxima jerarquía organizativa. “Nuestro territorio es, del mismo, el hospital de la comunidad porque allí obtenemos las plantas que nos curan y a ellos solo pueden ingresar los curacas y las personas autorizadas. Los nacimientos de los caños merecen una protección especial porque el agua es, con el fuego y el aire, fundamental para la vida, añadió.
La presión de los colonos sobre sus territorios es una verdadera amenaza porque “los occidentales” o “blancos” son despojadores y devoradores. compulsivos, no tienen corazón ni les importa la preservación ni la conservación de los recursos. Con el apoyo de investigadores y activistas medioambientales, las comunidades indígenas salieron al encuentro con los invasores y se puede afirmar que en muchos casos los han obligado a detenerse, a devolverse desde sus fronteras de violación, de su codicia.
Después de varios intentos, se logró llegar a algunos acuerdos sobre las medidas de protección y de restauración de los bosques talados en los alrededores de los resguardos indígenas. Para los “blancos”, el indígena es perezoso porque no tumba montaña sino que la cuida como una joya.
 “La montaña es, además, el gran hospital de las comunidades, allí está la medicina tradicional que nos cura de todas las enfermedades, es una riqueza que debemos cuidar”, dijo el Taita Gregorio en un diálogo con los periodistas del programa “Puntos de Encuentro”, de la Oficina de Paz, de la UDLA. Así como ustedes cuidan, limpian y quieren sus hospitales, nosotros amamos la montaña que nos alivia.
Contó cómo los colonos que destruyeron la montaña a veces llegan hasta el resguardo pidiendo un árbol para construir una casa o un puente. “Nosotros no podemos regalar ningún árbol porque esa es nuestra riqueza que utilizamos para satisfacer las necesidades. Es como si fuéramos a la finca del colono a pedir una vaca. Esa es la riqueza del colono”, comentó el Taita. “Tendríamos que tener una montaña gigante para darle un árbol a todos los “blancos”, o a los colonos que nos los pidan”, remató.
Reconoció que muchos colonos empezaron a tener conciencia del cuidado de los recursos y se han sumado a las actividades de restauración lideradas por la Fundacion Natura y su proyecto Amazonia 2.0 y en muchos casos se han obtenido apoyos reales para las actividades programadas.
El Taita Gregorio también dio cátedra sobre la conservación de las especies animales y señaló que por los conocimientos ancestrales pueden determinar los tiempos cuando la boruga, el guara, la pava, los loros, los micos y otros animales tienen sus crías pequeñas y entonces no se pueden cazar. Asimismo, los peces tienen sus periodos de incubación, durante los cuales no se les puede atrapar.
El proyecto Amazonia 2.0 es un programa de fortalecimiento de los modelos de gobernanza forestal en territorios indígenas y campesinos del bioma amazónico y sus objetivos principales son contener la deforestación y degradación de los bosques amazónicos, la pérdida de su biodiversidad y servicios ecosistémicos, entre ellos los climáticos, empoderando a un conjunto de organizaciones indígenas y campesinas para actuar y responder organizadamente junto con ONGs nacionales e internacionales, ante las amenazas a sus bosques en cada uno de los países del proyecto.
Uno de sus objetivos específicos es el establecimiento de una plataforma amazónica de intercambio de información y respuesta rápida, de aprendizaje, interactiva y constructiva, en el marco de una articulación de seis territorios indígenas y campesinos, permitiendo el registro, análisis y reporte de información en tiempo real que contribuya al monitoreo de la deforestación (presiones, amenazas y tráfico ilegal de recursos silvestres), y con la vigilancia de los procesos de gobernanza y vigencia de las salvaguardas de REDD+.
El proyecto se desarrolla en una zona limítrofe de los departamentos de Caquetá y Putumayo, en las comunidades campesinas de Mononguete y del Resguardo Indígena Inga, “Niñeras”, en el municipio de Solano, en donde reside el Taita Gregorio.
En el tropel devastador de las hachas, las motosierras y las lanchas que cruzan los ríos de la Amazonia, los únicos que pueden detener ese vehículo de bárbaros y devolverlos desde la frontera de la deforestación, son los académicos activos y las comunidades indígenas paradas en sus fronteras.
Porque a pesar de eventos académicos tan importantes como El Primer Simposio Internacional y IV Congreso Nacional de Restauración Ecológica, realizado en la Universidad de la Amazonia, existen muchas personas deliberadamente sordas a los gritos y lamentaciones de la civilización que avanza en medio de las tinieblas agónicas de la contaminación.
Y cuando el Cóndor emblemático de la Libertad ha desaparecido.

Recorrido por el horizonte purificador del recuerdo

Aunque la hora del poniente esté opuesta al alba, nunca será una hora triste, es como un árbol que ha perdido sus ramas por los vientos y tormentas…un árbol que ya no puede sostener los nidos armoniosos pero que embellece el paisaje, como la ceiba legendaria y moribunda de El Dorado.


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En un emocionado regreso al huerto en donde regaron las semillas de sus  anhelos y ambiciones, nueve egresados de la primera promoción del programa de Ciencias Sociales de la entonces Seccional Florencia de la Universidad Surcolombiana, que fue el embrión de la Universidad de la Amazonia, recorrieron el campus Porvenir y verificaron el crecimiento de la que fue su casa durante 4 años, entre 1974 y 1978.
Con el sol oblicuo a sus espaldas, como las viejas palmas que desde la colina vigilan el legendario Valle de Cocora, en Salento, Quindío, cuyas ramas se inclinan reverentes ante el viento, tres hombres y seis mujeres doblaron sus cuerpos con respeto ante el desarrollo de su universidad, se devolvieron 40 años  y con la lupa de sus recuerdos observaron sus vidas juveniles.
El rector Gerardo Castrillón les dio la bienvenida, les mostró los avances en materia de infraestructura y les informó sobre los desarrollos académicos de la Universidad de la Amazonia que hoy tiene casi 10 mil estudiantes, 25 programas, Especializaciones, Maestrías y un Doctorado. Reconoció a los visitantes porque, dijo, “en aquellos años Yo comencé mis estudios de pregrado”.
El regocijo de este grupo alrededor del rector de UDLA y de su profesor, Juan Antonio León, de quien recibieron clases, hizo imprescindible una reflexión sobre la tarde de la vida, como el vuelo de los pájaros que regresan a sus nidos, que nunca puede ser una hora triste, es una hora tranquila, solitaria, calmada, y sus cabellos blancos –o su ausencia- contienen las hazañas y las leyendas que protagonizaron y algunos escribieron en su fogosa juventud.
Como releyendo las páginas de un viejo libro, el profesor Juan Antonio León, nostálgico ante los senderos de la evocación, mencionó detalles de aquellos tiempos cuando las clases se dictaban en las instalaciones que ocupa hoy la DIAN y recordó que la sala de profesores era pequeña, para unos ocho, entre ellos Blanca Barajas y Wildamiro Trujillo. También evocó la figura del rector, el entonces sacerdote Luis Augusto Castro, hoy reconocido obispo, quien fue presidente de la Conferencia Episcopal.
Sin proponérselo, se montó en su reconocido coloquio de hombre profundamente analítico y tras hacer una fría y desgarradora descripción de la coyuntura política nacional y las esperanzas derivadas de la firma de los acuerdos de Paz, les habló con tono de apremio:
“Independiente de que compartan mis reflexiones, los invito a que desde sus espacios mantengan una participación activa en la lucha por la Paz porque aunque estén retirados, ustedes tienen mucha influencia en sus núcleos familiares y sociales”.
Bety Cuéllar Ibañez asumió la vocería del grupo y aseguró que los reencuentros no tienen como objetivo despertar nostalgia sino alegrías derivadas de la tranquilidad, y muchas risas entre un tropel de anécdotas y gritos que salen desde los corazones de quienes comparten este tipo de momentos. “Reposados y analíticos observamos la juventud radiante y vibradora, algunas veces incendiaria, rítmica y ajena a toda pena”.
Al encuentro asistieron, además de Bety Cuéllar, Ricardo Garzón, Gustavo Agudelo Gonzáles, José Lubin Chaux, María Inés Peña, Cielo Cárdenas Serrato, Ludivia Méndez Perdomo, Amanda Orozco Gómez y Luz Miryam Toledo Guevara.
Aunque la hora del poniente esté opuesta al alba, nunca será una hora triste, es como un árbol que ha perdido sus ramas por los vientos y tormentas…un árbol que ya no puede sostener los nidos armoniosos pero que embellece el paisaje, como la ceiba legendaria de El Dorado.
 De verdad, los recuerdos de la juventud desprenden un extraño perfume que acaricia, porque, como lo dijo también Bety Cuéllar Ibáñez, los recuerdos tocan los corazones…
Y de golpe, el olvido se convierte en memoria.

Historias de Vida. Anderson Ramírez observa el mundo desde el templo silencioso e imperturbable de los sordos


Absorbidos por el silencio espléndido, calmado y sereno; alertas a las confidencias de sus secretos que les resuenan en sus almas con las voces de las estrellas, los sordos no son personas solitarias y muchos de ellos sienten compasión por los “oyentes” que no quieren oír las voces de la naturaleza, de la sociedad y de sus propios semejantes.
Libres de la creciente contaminación auditiva, su silencio profundo es violado constantemente por la presencia del dolor  que les provoca un país que no quiere autocontemplarse, que se niega reiteradamente la autocrítica y que se empeña en la construcción de castillos en el aire a partir de las ruidosas promesas de su clase política.
Libres de la tragedia del tumulto, su aislamiento los perfecciona como verdaderas almas de selección, dotadas de un excepcional espíritu de vuelo y de una admirable capacidad de transfundirse con el otro, con sus interlocutores, a través del lenguaje de señas, entrelazado con gestos y sonrisas que efectivamente cumplen las funciones de comunicar estados del alma y percepciones especiales desde su discreto pedestal, que es, además, como una ventana desde donde se mira hacia la eternidad.
El estudiante Anderson Ramírez Ramírez, quien ganó un cupo para los juegos nacionales paralímpicos que se realizaron a finales del 2019 en la disciplina de ajedrez, ratificó que las personas sordas, libres del ruido, prácticamente dejan la vida y entran en la eternidad, escuchan su Yo interior de manera permanente y crecen constantemente en una sociedad que todavía mantiene altos niveles de discriminación y exclusión con las personas que padecen algún tipo de discapacidad.
El joven ajedrecista Ramírez mostró cómo  su espíritu se refleja y se rebela contra los convencionalismos, a partir de su lenguaje de señas, con sus manos moviéndose en un aleteo constante, mientras su sonrisa contagia a los interlocutores y sus ojos alegres se mueven como una balinera. Esas particularidades lingüísticas y comunicativas son las mismas que reclaman  del Estado la formación de docentes, el desarrollo de procesos de investigación, la producción de materiales educativos y la implementación de tecnologías para que la población sorda tenga acceso equitativo a la educación.
El diccionario básico de la lengua de señas, diseñado y publicado por el MEN, constituye un gran paso hacia la estandarización de la lengua, es un compendio que facilita los proceso educativos de la población sorda y una herramienta muy importante para docentes, intérpretes y modelos lingüísticos, pero es urgente la implementación de otras ayudas educativas que permitan la superación de las actuales barreras para la comunicación de las personas sordas, en la perspectiva de equiparar las oportunidades.
Doña Gladys Ramírez, madre del destacado estudiante, relató su drama cotidiano, los esfuerzos que realiza en medio de las exclusiones y discriminaciones y, de manera puntual, narró el doloroso momento del descubrimiento de la sordera de su hijo, la catarsis y el efecto purificador y liberador que causó el conocimiento de la condición de Ánderson.
El silencio es el templo imperturbable y bello de los sordos y ellos ingresan a él de manera tan profunda que prácticamente no se reconocen en otros lugares. Y es allí en donde nacen todas sus ideas, como manantiales que riegan las praderas de sus corazones libres.
El aislamiento es su refugio y es desde su silencio que se vuelven elocuentes e inertes ante las ambiciones estridentes de los “oyentes”.
Y desde ese templo, los sordos también construyen sociedad y anhelan la conviviencia, sustentadora de la Paz a la que nos aferramos tras la firma de los acuerdos.
Los sordos no son ni solitarios ni tristes…tienen el culto apasionado del ritmo que obedece al mandato de sus armonías interiores…