El fanatismo se define como el apasionamiento de una persona que defiende con tenacidad desmedida una creencia, un gusto, una opinión o un personaje. Pero son relativamente pocos quienes intentan explicar satisfactoriamente los orígenes de esa condición, inevitablemente atada a la cosmovisión del sujeto que la padece.
En una sociedad como la nuestra en la cual las formas de percibir el mundo son modificadas, maquilladas por la clase dominante a través de sus aparatos ideológicos que le vendan los ojos a la gente sobre las cosas materiales y se los abren sobre los misterios y la superstición, es muy fácil deducir que el grueso de la comunidad actúa de acuerdo con los lineamientos que trazan aquellos que sustentan el poder político y económico.
Los fantásticos y fabulosos dramas bíblicos, las actuaciones de sus equipos favoritos y los planteamientos de algunos políticos, le interesan más a la gente que sus propios dramas porque han sido encadenados espiritual e ideológicamente a ellos desde la familia y la escuela, y reforzados por los medios masivos de comunicación que fabrican falsos personajes de la vida cotidiana, los endiosan y los convierten en ídolos por sus “hazañas” políticas, religiosas y deportivas, principalmente. El expresidente Uribe, Messi, Cristiano Ronaldo y ahora Falcao y James, en lo político y deportivo, se suman al Corazón de Jesús y la virgen del Carmen, en lo religioso, como expresiones relevantes del fervor popular, que despiertan sus “virtudes”.
El fanatismo deportivo, que es una verdadera pasión para los hombres y cada día para más mujeres, cuyas manifestaciones llegan a niveles de verdadera irracionalidad y a determinar hasta formas de vida muy particulares, es una conducta modelada, desde la masa ignorante, por los dominadores sociales que conducen la opinión del público hacia sus propios puntos de vista, en otras palabras hacia sus intereses.
Apoyados en la teoría conductista según la cual el entorno no es más que un conjunto de estímulos y respuestas, que surgió de las investigaciones evolucionistas de Carlos Darwin con las que demostró que el individuo se adapta a su medio, los ideologistas burgueses diseñan mecanismos –léase trampas- con las cuales conducen a las masas hacia los puntos de vista, hacia los anhelos de los poderosos, hasta crear sentimientos como el falso patriotismo o patrioterismo, según el cual quien no apoye a la selección Colombia es un apátrida. En otras palabras, es poner a la gente del común a pensar, a sentir y a esforzarse para vivir como los miembros de la clase dominante.
Pero el interés que mueve la modificación de la conducta de los sectores populares no es meramente ideológico. Obtenida la respuesta de las masas a los estímulos ofrecidos a través de los grandes Medios de comunicación, viene la cosecha, es decir, el usufructo económico de esa condición de sometimiento y es cuando se disparan las ventas no solo de las camisetas y de productos promocionados por esos ídolos de barro. Todo desemboca en el consumismo innecesario. El deporte y, particularmente el fútbol, es el eje de uno de los negocios más prósperos del planeta.
Ídolos de barro que se desmoronan, estrellas que se apagan después de haber sido utilizadas para los propósitos comerciales de vender mercancías o ilusiones, tal es el caso de Lance Armstrong, de los 7 títulos que obtuvo en la carrera ciclística más importante del mundo mediante dopaje sistemático. Y Alvaro Uribe, quien pasó de ángel a demonio en cuestión de meses, a quien la crema-nata de la oligarquía utilizó para reverdecer unas rosas que se le marchitaban en el huerto de su reino.
Desde el punto de vista práctico, ¿de qué le sirve a una persona de "mano pueblo" que la selección Colombia clasifique al mundial de 2018?. O que quede campeona?.¿En qué la perjudican sus derrotas?. Para el campesino que abandona sus labores y se desplaza hasta dos horas por caminos difíciles para mirar un partido por tv y se emborracha tras la victoria, su rutina y sus dramas de pobreza serán los mismos aunque Colombia sea campeón mundial. El fútbol, como todos los espectáculos, no debe ser más que un instrumento de distracción y de descanso.
El fanatismo es una pasión que esconde miedos y alimenta esperanzas pero no deja de ser una conducta aprendida, una reacción ante los estímulos, ante las mentiras convertidas en verdades por los Medios masivos de comunicación. Y sus 3 principales manifestaciones, política, religiosa y deportiva, son igualmente nocivas. Creo que me quedo corto con ese adjetivo puesto que efectivamente estas formas de apasionamiento son generadoras de violencia en todo el mundo. Las guerras del medio oriente tienen su origen en el fanatismo religioso. La violencia que desangra a Colombia desde tiempos inmemoriales comenzó y se nutre del fanatismo político y en los estadios mueren inocentes, por lo general menores y jóvenes, por causa del fanatismo deportivo.
La dominación ideológica precede a la dominación económica y se ejerce a través de los Medios masivos de comunicación, de la Iglesia y de la educación con el fin de crear un monopolio del pensamiento que facilite la manipulación de las masas, grandes consumidoras de mercancías y también de ilusiones conformistas.
El Periodismo alternativo, que modifique el actual estilo de comunicación vertical –un emisor para muchos receptores- por uno horizontal –muchos, para muchos- y despojado del poder jerárquico de los grandes Medios, en el que cualquier persona se informa, pero simultáneamente ofrece información para el colectivo, a partir de las experiencias y vivencias cotidianas, nos ayudará significativamente a la construcción y fortalecimiento de la identidad nacional, que exprese y represente los verdaderos intereses y anhelos populares.
Los grandes Medios imponen condiciones laborales miserables a los profesionales de la comunicación, con lo cual los limitan y los exponen a las tentaciones del chantaje, el soborno y los atan a las ventas de publicidad, a la politiquería y al gobierno. El poder de los grandes Medios se refuerza con el ejercicio del periodismo de biberón que se alimenta de los presupuestos oficiales y por tanto es acrítico, complaciente y mentiroso.
El periodismo alternativo es, pues, una opción que nos permite cortarle la carótida a la politiquería en la información y romper esa cadena que condena a los comunicadores a su dependencia del gobierno, de los poderosos, del comercio y hasta de las congregaciones religiosas.
Un periodismo alternativo que, además, por su carácter horizontal, se retroalimenta de manera constante y pone la controversia fraternal como elemento fundamental en la dinámica informativa que, del mismo modo, genera grupos de estudio y trabajo que no solo contribuyen al registro verdadero de los hechos, sino que también impulsan procedimientos dirigidos a transformar la realidad en donde se ejercita.
El periodista alternativo es, asimismo, un generador de ideas, un inquieto creativo de circunstancias, un inventor de nuevas formas de mostrar los hechos y de explicar sus implicaciones, un analista permanente y a su vez autocrítico que corrige las fallas en un aprendizaje permanente.
El periodista que no tiene un sentido maravilloso de la armonía, que no es fanático de la belleza y del don de la conmoción, nunca podrá ser un poeta dotado de la capacidad de convencer y, especialmente, de reinar sobre el corazón de los lectores...además de veraz, el periodista debe ser un gran encantador.
El periodista que no tiene un sentido maravilloso de la armonía, que no es fanático de la belleza y del don de la conmoción, nunca podrá ser un poeta dotado de la capacidad de convencer y, especialmente, de reinar sobre el corazón de los lectores...además de veraz, el periodista debe ser un gran encantador.
El periodista alternativo es un verdadero fanático de la Verdad y de la Libertad.